La civilización maya se desarrolló entre los siglos VI y X d. C., en la Península de Yucatán, en el sur de la región donde hoy se encuentra México.
La organización política y administrativa de esa civilización era sostenida por Ciudades-Estado independientes, pero que se articulaban entre sí; es decir, mantenían lazos de orden comercial, político y religioso.
Características del gobierno de los mayas
Cada una de las Ciudades-Estado tenía una forma específica de ejercer el gobierno maya, sin embargo, todas tenían una estructura teocrática hereditaria, en la que el jefe político, que recibía el título de Halach Uinic, y sus descendientes, eran considerados representantes del poder divino en la Tierra.
Además, el jefe político era también guerrero, así como la élite que lo rodeaba.
Se sumaban a la estructura del gobierno los sacerdotes, que eran generalmente muy poderosos y dominaban el saber astronómico y matemático; en orden de importancia, les seguían los recaudadores de impuestos, que se se encargaban de misiones burocráticas y, en ocasiones, diplomáticas.
Uno de los mayores prestigios de los cuales el jefe político maya tenía derecho era la captura de los guerreros de las tribus rivales en la guerra; estos rehenes eran llevados al sacrificio en las grandes pirámides, construidas para tal procedimiento; o bien, en los cenotes (cuerpos de agua dulce).
De forma general, los guerreros sacrificados eran ofrecidos a los dioses mayas en el intercambio de portentos a las ciudades y para la garantía de nuevos ciclos de siembra, cosecha, caza, etc.
Además, bajo la estructura del gobierno maya, se encontraban sometidos los agricultores y los trabajadores manuales, que habitaban la zona rural y sólo se dirigían a los centros urbanos en las ocasiones en que se celebraban los rituales religiosos, como los sacrificios humanos antes mencionados.