Los ceramistas mayas reflejaron diversos aspectos relacionados con temas mitológicos y cortesanos; la cerámica polícroma, asociada con el mundo funerario, fue la más extendida.
La técnica era similar a la de los murales aunque jugaron también con las posibilidades expresivas que les brindaba el engobe (pasta que se obtenía de mezclar arcilla y minerales con agua) y el pulimento.
Solían ser cilindros, platos y fuentes de distinto tamaño donde la pintura cubría casi la totalidad de la superficie. Los perfiles de los dibujos se realizaban en negro sobre un fondo monocromo, crema o anaranjado.
Los artistas mayas supieron, con una extraordinaria sensibilidad, unir las representaciones pictóricas y la escritura jeroglífica para crear complejas composiciones en cerámica en las que es evidente su dominio de la cosmogonía y la historia de su pueblo; unas obras que se sitúan entre las mejores del mundo.
La sofisticación técnica de la cerámica pintada durante el período Clásico maya no tiene parangón en ninguna otra parte de Mesoamérica.
Las vasijas las moldeaban a mano añadiendo pequeños rodillos de barro a una base con forma plana hasta obtener piezas simétricas de paredes muy delgadas.
Aunque es cierto que en otras partes se utilizó este tipo de pintura, ninguna cerámica supera a la maya en el pulimento de las superficies, la amplia gama de colores y su excelente acabado.