El arte de tejer entre los mayas era una actividad secular; se tejía para el consumo doméstico y para comerciar.
A pesar de que las extremas condiciones de calor y humedad han impedido que muchos tipos de tejidos llegaran hasta nosotros, las escenas figurativas que aparecen sobre distintos soportes permiten una idea de cómo debieron ser.
Los nobles y dignatarios aparecen vestidos con taparrabos, camisas, capas, túnicas y mantas realizadas en algodón, piel y fibra vegetal.
El teñido se efectuaba antes de confeccionar el tejido. Los colores, tanto naturales como vegetales o minerales, actuaban como divisas; así, el amarillo, color del maíz maduro, era el símbolo de los alimentos y el rojo era la divisa de la sangre y provenía del óxido de hierro y de la cochinilla.
El azul era el símbolo del sacrificio y lo obtenían de ciertos árboles. El color más difícil de obtener, y el más apreciado, era el púrpura, que obtenían de la concha de un molusco.
El telar maya tenía una vara horizontal que se fijaba a un poste o un árbol. La urdimbre se sujetaba a la vara inferior de madera que tenía una gruesa cuerda de fibra, la cual rodeaba el cuerpo de la tejedora.
La disposición de los colores y el dibujo constituían un arte muy apreciado. Se hacían telas de pelo de conejo y otras se entretejían con plumas formando mosaicos.
De la sencilla manta tejida en tiras de dieciséis metros de largo se hacían los vistosos huipiles de las mujeres, los taparrabos de los hombres, las capas de los sacerdotes, las vestimentas de los ídolos, las cortinas para las puertas de los templos, esteras para uso doméstico y las armaduras recubiertas de algodón endurecido con salmuera.
El arte plumario se desarrollo en toda el área maya. Los mosaicos se hacían al modo de los tejidos de algodón, como si se fuese a tejer una tela, atando el cañón de la pluma a la urdimbre y la trama, según las formas y los diseños proyectados.
Los trabajos plumarios, es decir, elaborados a base de la utilización de distintas plumas de ave alcanzaron un gran desarrollo. Los artesanos mayas disponían de una tradición muy rica dentro de un medio natural apropiado.
El inventario de aves empleadas por los mayas para adornar a la nobleza, gobernantes y clase sacerdotal fue mucho más allá de las plumas verde esmeralda del pájaro quetzal. Emplearon plumas de pavos, garzas, codornices, tucanes, oropéndolas, guacamayas y loros, entre otras.
En el Mayab abundaban las aves de todo tipo, con ricos y vistosos plumajes de colores vivos: rojo, amarillo, verde, azul, negro, etc.
A lo largo de todo el litoral cazaban pavos, patos y garzas; en el área tropical del Petén guatemalteco había tucanes y loros y en las frías selvas de Guatemala el fabuloso quetzal, un ave de notable tamaño que proporcionaba en su cola dos largas plumas de color verde-oro. Se cazaban con cerbatana, un instrumento en el que eran sumamente diestros.
Manualmente también desarrollaron una gran destreza en el arte de la cestería empleando para ello cañas, juncos y lianas.